Visón angular

Grafíquenlo. Escribo metafórica y sectariamente.
Tendemos con el vértice cónico ubicado desde nuestros ojos, con suerte, a ver un rango de amplitud, según la circunstancia, no mayor a 18 grados. Una forma escueta de analizar. Correspondiente a la luz del otro lado del pasillo, que pasa por el agujerito de la puerta (herméticamente cerrada), con la que distinguimos la cantidad de colores y formas que el vidrio nos permite.
Hay quienes tienen una visión de 90 grados. Son la mayoría de las personas. Sirve para subsistir y ser un buen y valioso ciudadano, que oscila entre dualidades, contradicciones, y escasa calidad de vida, pero mucha intensidad, nerviosismo, negligencia, egoísmo, soberbia, ignorancia, y otras enfermedades. Ojo, somos buenas personas. No es nuestra culpa, es la vida que nos “tocó”.
Unos pocos y experimentados consentidos, han descubierto la generosa capacidad de hacerlo con una holgura de 180 grados. Es decir, que abarcan al objeto y a sus alrededores, y están aptos para compararlo, asociarlo, y ubicar la distancia precisa de perspectivas entre unos y otros. Más aun, pueden relativizarlo, y hasta absolutizarlo, según la conveniencia de su antojo. Su entendimiento es considerable. Son personas destacadas, y a nivel racional muy aplaudidas por su nitidez. Son creativos, artísticos, y hasta quiebran el pensamiento histórico, marcando brechas o hitos, entre un antes y un después de ellos. La equivalencia de su éxito, es conmensurable a la de su enfoque. Suelen ostentar títulos humanísticos, o de otras ramas científicas, destacándose en los cargos más altos de cualquier institución. Son humildes.

¿Habrá quien alguna vez, haya alcanzado los 360 grados, ubicándose a sí mismo en el centro?

Si, y cualquiera puede hacerlo.
¿Qué se necesita?
Ganas de superar los límites pacientemente. De ver lo otro y entender que es una fractalidad. De mirar hacia el interior, y concebir que afuera, es adentro. De buscar el equilibrio. De Ser consciente, y valerse de tamaña herramienta, no despreciarla. Del silencio y la naturaleza. De algo tan inevitable como la voluntad de crecer.

De las relaciones especulativas y el fanatismo como síntoma de ignorancia

"Durar no es estar vivo corazón, vivir es otra cosa."


Los que padecen un terrible miedo a la libertad, necesitan llamativamente, que su “patrón” sea alguien poderoso y a menudo autoritario. Claro que les agradaría que matice su intensidad dirigencial, con calidez humana, es decir, se conforman con un pequeño gesto, que los haga sentir especial, uno solo… uno cada tanto.
Así de miserable es el respeto humano en la mayoría de los casos. Así se forman partidos políticos, clubes, ONG, instituciones y todo tipo de sociedades, en las que hay un líder que adorar, aun cuando estos atributos pertenezcan al cargo y no a la persona.
Ahora bien, si ampliamos las consideraciones expuestas, veremos que estas son aplicables a todo tipo de relaciones en general, en especial las de amistad, las de pareja, las familiares, las laborales, etc, etc. Más aun, hay un adalid en el consumo de la tecnología, en el vértigo de la información y de los hábitos actuales, casi todos lo adoran, y al menos en apariencia siguen a ese incuestionable “Patrón”.
Amor no es reciprocidad. No es admiración. No es intensidad. Es aceptar al otro, es dar sin especular. Por eso en el amor no hay dolor. Por eso el amor es libertad. No llena estadios, no tiene banderas, no hace guerras, ni es elegido por correligionarios… no lo odian cuando vive, ni lo idolatran a lagrimas falsas cuando muere. Amor, es sobre las contradicciones, sobre el crecer… el compartir. Amor no es reciprocidad. No se puede comprar. No viaja en autos importados. No levanta el vidrio polarizado, para dar monedas. Amor, son las simples cosas…

La hoguera de las vanidades

“Y tú que te atreves a juzgarme, y aquel, que me niega la mirada, cuánto tiempo podrán seguir siendo honestos consigo mismos, y soportar esa posición.” Juana de Arco

“Yo también tengo caspa.” Pablo Echarri

Oigo a la gente (es decir, YO) repetir: Me encantaría que fueras vos mismo, (y ahora la parte implícita que no se expresa) pero si eso comprende valores que no me agradan, me dañan o perjudican, entonces, preferiría que no lo fueras… Jejeje.
Lo lamento, pero es inevitable, todos somos genuinamente nosotros mismos, aunque quisiéramos, no podríamos ser otros, mas si simularlo y estar descontentos por la exigente actuación que esto envuelve. (Cansarnos en los gimnasios de maquillajes, que esconden el alma, para moldear lo que despreciamos, o al menos, lo que creemos que nos hace débiles).

Nadie puede ser autentico. La frase lo dice todo, analícenla.

Buscamos la autenticidad, pero prescindimos del farsante que somos. Ergo, parcializamos la verdura. ¿Acaso yo no soy un mentiroso, un fantasioso, un ficcionador ilusionista, prestidigitador, embustero de las palabras, comediante del amor, pacifista del ocote, aceptador de la papa sin brotes, al afirmar la condición de “autentico”, según los que fueran los ideales del iris de mis propios parámetros, por sobre lo que debiera la personalidad ajena?
Si, lo soy. Pero atención, no quiero acercarme demasiado a mis enemigos, pues corro el riesgo de unirme a sus filas.

Conclusión: Estoy al borde del cinturón de castidad, de la mordaza elevadora. De hacer un voto de silencio, durante… no sé, quizá sólo lo logre por algunas horas, pero cuando lo alcance, reventarán de la envidia, aquellos que no tendrán elementos para enjuiciarme (yo mismo, el único “Juez” al cual no puedo convencer, de cuya sentencia, no puedo escapar). Una vez muertos (aquellos y mi yo), posiblemente vuelva a esbozar mucosidades tuberculosas, o mejor dicho, ojalá el mutismo me enseñe lo suficiente, como para hundir mis raíces, nutrirme agraciado y florecer en virtudes.

Mi perverso placer de criticar

“No voy a parar, /Ya no tengo dudas. /No voy a bajar, /Déjala que suba. /Goza… es tan parecido al amor, (y más barato)…” Charly García

Se gastan las mismas energías en criticar que en crear. Sin embargo, la primera opción es más seductora, y al parecer, a algunos nos resulta fatalmente ineludible.
A menudo nos olvidamos que para romper, primero hay que hacer. Claro, es más fácil agarrar el martillo antes que aprender a usar la espátula.
Básicamente, quien está decepcionado con su propia vida o con la vida en general, puede y necesita criticar. Quien trabaja por su plenitud, sencillamente no tiene tiempo para estar denunciando los errores ajenos, y permite sin juzgar, que el propio devenir, se encargue de darle a cada uno, a su tiempo y en su forma, las lecciones necesarias que deba aprender.
De todas maneras, uno podría considerarse parte de ese adoctrinamiento impositivo hacia la evolución, que pretende ser el conciliador de fluctuaciones ajenas. Es decir, aquel que el Universo, ubicó por naturaleza, al lado de tal o de cual, para marcarle sus defectos. En tal caso, no debiéramos criticarlo, ¿o sí?
El melindroso que suscribe, señala a los que critican, por lo que, quien se atreva a enjuiciarme, deberá, cuando menos, ser crucificado.

Mi hijo el Doctor

El orgullo de la erudición, hace que la realidad se escriba desde los papeles, y no al revés. Por lo tanto, un aprendiz desorientado pero astuto, puede atosigar a un sabio, bajo la frase: “si no sabe, no opine…”

Porque los “expertos”, repletos de cuadros sinópticos en la memoria, deciden como descomponer o citar al conocimiento, para justificar el resentimiento de haber tenido que soportar los años de “ascenso”, en la institución que los certificó. Luego, ellos acreditan desde la misma voz sistemática que los aprobó. Y la vida, que les pasa, les duele, porque sus explicaciones, no están a la altura de las circunstancias… tienen mucha ilustración inconsistente, no han saboreado nada, por lo tanto, no hablan… eructan, repiten, corean. No creen, no dudan, no estimulan. Apagan, duermen y sentencian.

Ej: Dijo un Máster en economía, “el PBI, en relación a… bla bla bla y el Indice…. y la inflación… y la taza de… nos ubican en una posición de riesgo país, ideal para la inversión… bla bla bla, por lo que la Argentina, nunca estuvo en una situación más alentadora que la actual.”

Dijo un jubilado, “tengo miedo de salir a la calle, el sueldo no me alcanza para vivir, y mis hijos y mis nietos, están tan ocupados con sus propios problemas, que no me visitan nunca. Este país, cuando yo era pibe, no era así.”

Este evidente ejemplo, traspolenlo al resto de las disciplinas o áreas, en las que haya “profesionales” soberbios y tendenciosos. (Obviamente, no todos lo son).

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Canto, desesperadamente canto/ con voz de tinta y letra de agonía/ rota por dentro, loca por fuera." Maria Elena Walsh

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