Mi perverso placer de criticar

“No voy a parar, /Ya no tengo dudas. /No voy a bajar, /Déjala que suba. /Goza… es tan parecido al amor, (y más barato)…” Charly García

Se gastan las mismas energías en criticar que en crear. Sin embargo, la primera opción es más seductora, y al parecer, a algunos nos resulta fatalmente ineludible.
A menudo nos olvidamos que para romper, primero hay que hacer. Claro, es más fácil agarrar el martillo antes que aprender a usar la espátula.
Básicamente, quien está decepcionado con su propia vida o con la vida en general, puede y necesita criticar. Quien trabaja por su plenitud, sencillamente no tiene tiempo para estar denunciando los errores ajenos, y permite sin juzgar, que el propio devenir, se encargue de darle a cada uno, a su tiempo y en su forma, las lecciones necesarias que deba aprender.
De todas maneras, uno podría considerarse parte de ese adoctrinamiento impositivo hacia la evolución, que pretende ser el conciliador de fluctuaciones ajenas. Es decir, aquel que el Universo, ubicó por naturaleza, al lado de tal o de cual, para marcarle sus defectos. En tal caso, no debiéramos criticarlo, ¿o sí?
El melindroso que suscribe, señala a los que critican, por lo que, quien se atreva a enjuiciarme, deberá, cuando menos, ser crucificado.

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Canto, desesperadamente canto/ con voz de tinta y letra de agonía/ rota por dentro, loca por fuera." Maria Elena Walsh

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