Del desinterés público al interés privado

“Si el amor no es comprenderse y alegrarse viendo a otro vivir, obrar y sentir de modo diferente al nuestro y opuesto al nuestro, ¿Qué será pues? El amor contiene a los contrastes y a la multiplicidad. No los niega, los acepta.” F. Nietzsche

Defender es más difícil que atacar. Porque cualquiera puede por sus razones ofender o mal tratar al otro, mas no cualquiera puede defender sus razones sin atacar a los demás.
Hoy, y me hago cargo de lo que digo, creo que en más de una ocasión se práctica el Terrorismo de Estado, y se lo practica especialmente desde el cuarto poder, donde con recursos de todos, se benefician unos pocos.

¿Qué sucede en épocas de elecciones, que tanta gente (candidatos) está interesada por el bien público?

Para realizar una buena acción por los demás, no es necesario ocupar un cargo público. Pero si tienen la posibilidad de estar en un lugar de privilegio, entonces defiendan a quienes los votaron. Porque a menudo se olvidan de que representan al pueblo, y por tal, se deben a todo el pueblo, no sólo a su partido o a los que piensan como ustedes, sino a los habitantes de toda la Ciudad, Provincia o País.
Insisto: No es necesario que nos paguen para realizar desinteresadamente lo que consideramos un bien por los demás, pero si así sucede, sepamos defender el valor de lo público, y no lo transformemos en intereses privados.

La boda del tigre y la gacela

“Quisiera ser inmortal pero sin saberlo y así vivir distraído.”

“Entender al universo, no es cosa de humanos.”

Cuando se trata de un ser querido, la muerte, es una irrupción disparatada, ilógica, dolorosa… cuesta entender que más aún lo sería la inmortalidad. No es lógico. No hay una lógica, y es allí donde justamente lo ilógico forma en su conjunto algo más lógico aún.
Ingresamos en la singularidad de las paradojas que nos generan culpas.
Salgamos de lo oscuro, pero relacionen bien la metáfora, digo: es como si quisiéramos acostarnos con el enemigo para mostrárselo a nuestros amigos. No nos detengamos en ello. Supongamos que quisiéramos casarnos con el enemigo. Nos seduce, nos atrapa, nos complementa. Nos casamos con el enemigo y luego invitamos a nuestros amigos a la boda.
¿Qué imaginan que puede llegar a pasar?

Yo creo que mis amigos y parientes, van a morir envenenados. Confío en la eficacia de quien amo.

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Canto, desesperadamente canto/ con voz de tinta y letra de agonía/ rota por dentro, loca por fuera." Maria Elena Walsh

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