Lo malo de oír hablar sobre las mismas estupideces, a los mismos tarambanas, es que uno termina creyendo que hay cosas interesantísimas que valen más que otras.
No hay temas importantes, hay distintas maneras de andarlos.
Lo malo de oír hablar sobre las mismas estupideces, a los mismos tarambanas, es que uno termina creyendo que hay cosas interesantísimas que valen más que otras.