Hagamos que la nada inevitable, no se beneficie

El sol de las once, brilla refractándose sobre uno de los lados en la tela metálica de mi ventana. Las sombras de los árboles también reposan por ahí, refrescando las rejas, y formando figuras sobre el vidrio. El efecto es “acuoso” ensoñador. Mi pensamiento divaga y se detiene sobre esa línea. No mira el jardín detrás, ni la habitación delante. No le interesan las relaciones, pero las transita. No busca logros y sin embargo, consigue el mismo fin. Observa sin polémica, y aunque no lo merezca, inhala una paz abismal.

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Canto, desesperadamente canto/ con voz de tinta y letra de agonía/ rota por dentro, loca por fuera." Maria Elena Walsh

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