Resentir al resentido

“Sólo el grande reconoce las grandezas ajenas.”

Hay una elaboración discursiva muy común en la mayoría de la gente. Escucho continuamente hacer referencia, con estas u otras palabras a las siguientes afirmaciones especulativas: “Lo poco o mucho que conseguí en esta vida, nadie me lo regaló, me lo gané con el sudor de mi esfuerzo.”
Hasta aquí, es la lógica consecuencia de alguien que ha obtenido lo que su trabajo le ha dado, pero en general esas mismas personas siguen con frases como estas: “He tenido algunas desgracias.” “El destino quiso que así fuera.” “Intenté, pero se dio todo de un modo tan increíblemente opuesto que no pude hacer más nada.”
Y cuando opinan sobre otros dicen algo así: “A ese todo le vino de arriba.” “Es un vago que tuvo la suerte de tener tal padrino, o nacer en una cuna de oro, o etc…” “Por algo la vida lo habrá castigado.” “Y bueno que se la banque, qué tenía que estar haciendo ahí…” “Yo sabía que ese no iba a terminar bien.” “A mí me parecía raro que sea tan buenito, algún costado tenía que tener.”
Suficientes ejemplos. Lo que quiero decir es que muchos, le atribuyen al ardor de su voluntad sus logros, mientras que no hacen lo mismo con los ajenos. Del mismo modo que le atribuyen al universo su maldiciones, pero no hacen lo mismo con las ajenas.
Señoras y señores, la vida no es fácil para nadie, por lo que, medirlas con la vara de nuestro resentimiento y encima convencernos de ello, no sólo es absurdo, sino también mezquino y empequeñecedor.

"No veo tus ojos, veo el reflejo de los míos, en ellos."

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Canto, desesperadamente canto/ con voz de tinta y letra de agonía/ rota por dentro, loca por fuera." Maria Elena Walsh

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