Parece un juego, algo divertido o gracioso, pero lo cierto es que hoy los niños, cada vez más chicos, son objeto de consumo por el capitalismo: consumidores fatales. Estamos corrompiendo sus mentes, ellos sólo debían jugar y enseñarnos eso, ahora además de obligarlos a que lo hagan con ropa de marca, los alejamos de sus ámbitos fantasiosos para ahorcarlos con las imágenes de una revista o el joystick de una pantalla o el celular de una barbi.
No son enanos en los que nos reflejamos. No son pureza y sinceridad indefensa. No son caretas.
No los travistamos como a “los grandes”.
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