El otro yo

He aquí el dilema: Hablar de voluntad (como lo hice en la entrada que está abajo), es una metonimia, ya qué, se desconoce la otra parte. Por ende, aunque lo imaginemos, no podemos representar al todo desde uno de sus lados. Esto quiere decir, que si se desconoce el origen, aun suponiéndolo, es una fantasía creer en la voluntad como algo que converge hacia lo absoluto, debido a que sin un objetivo o fin determinado, (el que padecemos al desconocer la causa inicial) ¿cómo podríamos hablar de causalidades? (Más allá de que cada uno le atribuya a su propia vida el sentido que quiera, según el parámetro que se le ocurra, continuaran sucediendo coincidencias inexplicables, que desembocan en hechos completamente involuntarios, que forman las estructuras de los esquemas que nos condicionan.)
Sin embargo, entiendo que todo es consecuencia, mas ¿Cuál fue la primera causa? ¿La carencia? ¿Es el vacío el sentido motor?
Ergo, causalidad o casualidades, no intuyo de que estamos hechos. Lo más fácil seria incluir ambas, pero no estoy seguro en qué medidas, o para qué funciones.
Lo más difícil seria aceptar que somos por y para ser, y nos representamos en el significante que somos, todo lo demás, es circunstancial, arbitrario, delimitante, absurdo, y lleno de significados que simbolizan la ficción del ser, pero no a su condición universal.

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Canto, desesperadamente canto/ con voz de tinta y letra de agonía/ rota por dentro, loca por fuera." Maria Elena Walsh

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